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El maestro

  • Foto del escritor: Miranda's View
    Miranda's View
  • 7 feb 2021
  • 4 Min. de lectura

El pasado 21 de enero se cumplían 126 años desde el nacimiento en 1895 en Guetaria de una figura de la moda internacional y del modisto español más icónico y recordado: Cristóbal Balenciaga.


Balenciaga nació en el seno de una familia humilde. Su padre era pescador (murió cuando Cristóbal tenía 11 años) y su madre era modista para los Marqueses de Casa-Torres. De hecho, gracias al trabajo de su madre entró en contacto desde muy joven con la moda, un mundo que le apasionó desde que era un niño. En 1907 comenzó a aprender el oficio de sastre en San Sebastián en diferentes establecimientos, a través de los cuales pudo mantener una estrecha relación con la moda parisina. Ya con 22 años, Balenciaga emprende la aventura de abrir su primer negocio, que será el comienzo de su gran legado. Como dato curioso: en 1927 abrió un segundo negocio en San Sebastián llamado ‘Martina robes et manteaux’. El nombre es un homenaje a su madre Martina. En octubre de ese mismo año, cambió el nombre por ‘EISA Costura’.


Tras varios años en los que su negocio comenzaba a crecer en España y a causa de la guerra civil española, Balenciaga se traslada a París con 42 años, donde abre su atelier (bajo el nombre de ‘Balenciaga’) en una de las avenidas más exclusivas de la ciudad de la luz: la Avenida George V (nº10, para ser más exactos). A partir de este momento, las puertas de la Alta Costura se abrieron de par en par para el modisto español: sus diseños se relacionaron con clientes de alta clase y cada vez se volvían más exclusivos.



Si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo es en que Balenciaga fue un visionario o como dirían los franceses avant-garde. Sin embargo, esto nunca le llevó a olvidar sus orígenes, lo que en mi opinión hace de Balenciaga un maestro y un referente para todas las personas a las que nos gusta la moda. En 1939, por ejemplo, diseñó el ‘vestido infanta’, inspirado en diferentes artistas de la pintura de nuestro país. Además, los encajes y los tonos rojos y negro nunca desaparecieron de las colecciones del diseñador. Incluso llegó a presentar una colección inspirada en los trajes de toreros. Lo más especial de sus colecciones era la atención que ponía en cada detalle. Lo mires por donde lo mires, todas las prendas que el modisto presentó tienen un significado y un valor.



En los años 50 o incluso un poco antes, otros diseñadores como Dior comenzaban a presentar colecciones en las que la feminidad estaba representada a través de formas y cortes más ‘afilados’ y corsés; mientras tanto, Balenciaga tomaba un rumbo diferente al tipo de moda y ropa que triunfaba en aquella época. Por el contrario, el modisto mostró la feminidad a través de la liberación del cuerpo con volúmenes y muchas simetrías. Ejemplo de ello son los vestidos de la línea barril (o tonneau) de 1947 o el tan recordado vestido baby doll que fue el punto de partida de la creación de una nueva silueta.



En esta etapa, Balenciaga trajo a la alta costura también dos nuevos tipos de telas o tejidos: la gazar (de seda, perfecta para la creación de volúmenes y muy característica del diseñador) y la cracknyl, un tejido plastificado, brillante e impermeable que actúa como una imitación sintética del cuero.


A pesar de su innegable éxito, Balenciaga tenía claro que, si algo en el mundo de la moda no le gustaba, no lo haría por mucho que fuese tendencia en ese momento (algo que, sin duda, le honra). Eso fue exactamente lo que ocurrió cuando en los años 60 nació el prêt-à-porter (un concepto que contrasta con el de Alta Costura). Esto impulsó a muchos diseñadores a crear patrones de la moda que se veía en la calle, por lo que en muchas ocasiones se perdía el glamour. Incluso el trato personal que se tenía con la clientela en un atelier se esfumó en detrimento de un modo de comprar bastante más impersonal. Esta idea horrorizó a Balenciaga, que decidió no seguir esta moda.


Tras años en el oficio y dejando un legado que jamás olvidaremos, Cristóbal Balenciaga se retira en 1968, justo en el pico de su carrera. Además de ser unos de los mejores modistas (o incluso el mejor), sirvió también como maestro para muchos diseñadores como Óscar de la Renta o Hubert de Givenchy.



Una clienta y amiga suya llegó a contar que el modista vasco no quería que nadie usara su nombre una vez que se retirase. “Balenciaga soy yo y Balenciaga se acaba conmigo”, decía él. Sin duda alguna, no podía estar más en lo cierto, ya que, tras su muerte, nadie ha sabido crear colecciones como las que creaba él y nadie ha sido capaz de seguir el legado del maestro de la moda. La marca sigue viva hoy y ha contado con directores creativos como Alexander Wang, probablemente en un intento de adaptarse a la moda de a pie. Sin embargo, creo que con el giro que la marca ha dado, se ha perdido la tan valiosa esencia que Cristóbal mantuvo siempre, convirtiéndose en una marca que abraza el street style que el propio fundador rechazó en los años 60. Una pena, a mi gusto, y curioso cuanto menos.


No fue solo a través de telas y tejidos como Balenciaga consiguió ganarse al público, sino también a través de sus palabras. Una de mis frases favoritas es la siguiente: "Un modisto debe ser arquitecto para la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida”.


Tal y como una vez dijo Christian Dior: "La alta costura es como una orquesta cuyo director es Balenciaga. Los demás modistos somos los músicos que seguimos las indicaciones que él nos da." Y no podía tener más razón. Balenciaga fue el más grande entre los grandes: supo predecir un estilo de moda y de diseño que prevalecería hasta nuestros tiempos. Su arte fue conseguir dar con la elegancia a través de la más simple sencillez.



 
 
 

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