Eterna Diana
- Miranda's View
- 20 dic 2020
- 5 Min. de lectura
En esta vida, hay muchas personas a las que admiro. Hoy quiero hacer un homenaje a una mujer que me inspira por muchas razones: la princesa Diana.
Hace un mes se estrenaba en Netflix la esperada cuarta temporada de The Crown, que puso a la princesa en boca de todos. Personalmente, siempre he sentido devoción por Lady Di, pero el éxito que esta temporada ha tenido, me ha llevado a escribir este artículo.
Además de ser una gran filántropa, Diana se convirtió en todo un icono, que a día de hoy inspira a muchas de las personas que somos amantes de la moda. Desde el vestido de su boda, pasando por el vestido blanco de Hachi y por el revenge dress, Diana supo hacerse ver y valer a través de sus looks, que hablaban por sí mismos.
En sus primeras apariciones, tras los rumores de un posible romance con el príncipe Carlos, podemos ver que el estilo de Diana era de lo más común. La joven en esos momentos apenas tenía 18 años y no era más que una tímida chica que de repente se vio envuelta en la vida de la familia real británica. Sin embargo, a partir de su boda con el heredero al trono, la evolución del vestuario de Diana fue extraordinaria.
El 29 de julio de 1981, Diana Spencer bajaba del coche tirado por caballos que le llevaba a la catedral de San Pablo de Londres envuelta en un vestido color marfil, obra de David y Elizabeth Emanuel con el que sorprendió al mundo. Con siete metros de cola y adornado con lentejuelas, perlas y bordados, el vestido con el que Diana se convertiría en princesa de Gales, abrió la puerta a la moda de la manga abullonada. Algunos lo etiquetaron de excesivo, otros de icónico.
Otro look destacable: el vestido Hachi. Tal y como cuenta Megan Hess en su libro ‘Historia de la moda en 100 vestidos’ (muy recomendable, por cierto), la princesa Diana tenía una debilidad por un vestido de noche de Hachi (diseñador japonés). Blanco, bordado y con detalles de cristalería y delicada pedrería, este vestido acompañaría a Diana hasta en tres ocasiones. La primera, en un viaje real a Australia y Nueva Zelanda en 1983. La segunda, en un viaje a Washington D.C. en 1984, y más tarde en una visita de Estado a Japón. El vestido marcó un antes y un después en el estilo de Diana, dejando de lado sus atuendos más clásicos de princesa. En palabras de Hess, se considera el primer vestido de madurez de Diana.
La estrella en el Festival de Cannes
En mayo de 1981, la princesa de Gales llevaba casada con el príncipe más de siete años. Todos los ojos estaban puestos en ella, y Diana lo sabía. Por ello, la princesa eligió un vestido de Catherine Walker (diseñadora en la que confió en muchas más ocasiones) para acudir al Festival de Cannes. Personalmente, es uno de mis favoritos. Diana estaba radiante y derrochaba elegancia y belleza. Hecho de chiffon, el color azul del vestido resaltaba las facciones de Diana, que conjuntó el vestido con un par de zapatos de gama azul y unos maravillosos pendientes de aguamarina decorados con diamantes, también en el mismo tono. Para redondear el conjunto, Diana lució un chal colocado de forma inversa que daba el toque de princesa de cuentos de hada al look, ya que cada vez que andaba, el chal se movía con el viento en perfecta harmonía con sus pasos.
Probablemente, dos de los vestidos más conocidos que llevó la princesa son el vestido Elvis y el vestido Travolta. El primero fue diseñado por Catherine Walker y Diana lo lució en 1989. El vestido largo consiste en dos piezas en tono marfil con lentejuelas incrustadas y corte palabra de honor o strapless. La princesa lo combinó con una chaqueta de corte torera y manga francesa hecha de los mismos materiales que el vestido. El famosísimo vestido Travolta lo estrenó en 1985, cuando visitó al entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. Fue creado por Victor Edelstein, hecho de terciopelo color azul oscuro y con los hombros al descubierto. El vestido fue apodado así después de que Diana bailase con el actor John Travolta en la recepción en la Casa Blanca.
El vestido de la venganza
En 1992 se rompía el matrimonio del príncipe y la princesa de Gales y el 29 de junio de 1994, el príncipe Carlos admitía públicamente que durante los años de matrimonio le fue infiel a Diana con Camilla Parker Bowles. Esa misma noche, Vanity Fair organizó un evento al que Diana acudió con el famosísimo revenge dress o vestido de la venganza (el cual siempre aplaudiré). Diseñado por Christina Stambolian, este little black dress, dio la vuelta al mundo y causó controversia: rompía completamente con el protocolo impuesto por la casa real británica. El negro únicamente podía lucirse como luto cuando un miembro de la familia real o personaje influyente moría y el hecho de que Diana llevase los hombros al descubierto y un corte por encima de la rodilla se tomó como un desafío a la etiqueta propia de la casa real. Este vestido no constituyó únicamente un acto de desafío, sino que marcó el estilo de Diana durante los años de vida que le quedaban.
A partir de ese momento, el estilo de la princesa se volvió mucho más atrevido, probablemente porque se sentía mucho más libre. Los vestidos de la gala MET en 1995, el mini vestido blanco que lució en junio de este mismo año en las galerías Serpentine y el vestido turquesa de Jacques Azagury con el que acudió al ballet en junio de 1997, son prueba de ello.
Vestidos más casuales
Los conjuntos que Lady Di lució en eventos y galas fueron históricos, pero también lo fueron los street looks y conjuntos más casuales de la princesa.
Uno de mis favoritos es el conjunto de pantalón vaquero blanco con jersey de cuello alto del mismo color y americana con hombreras color verde oscuro que llevó un día de compras en octubre de 1994. Es muy destacable también el conjunto de traje y corbata con el que Diana visitó a su sobrino recién nacido en 1994. Me rindo también ante el peto amarillo con camisa de flores que una jovencísima Diana lució en un partido de polo en 1981 o el conjunto de falda blanca con cinturón obi y camisa estampada que también llevó a un partido de polo en el 83.
Lo más especial de la evolución de Diana es que fue progresiva, lenta, pero sin pausa. Con el tiempo, la tímida Lady Di se fue convirtiendo en la adorada princesa del pueblo, que no solo se ganó el cariño de todos, sino que también se convirtió en todo un icono.
Como dirían los británicos God save the Queen, pero en este caso, no a Isabel II, sino a la verdadera reina que cautivó los corazones de todo el mundo. Larga vida a la única, a la inigualable princesa Diana, que merecía muchísimo más de lo que finalmente tuvo y a la que echamos de menos todos los días.
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